martes, 5 de noviembre de 2013

Invierno

Llamó llorando. No era necesario verla, no era necesario que hablará. Las lágrimas se deslizaban a travez del auricular, logrando inundar mi oído y dejarme un poco sordo. Decidió colgar. Yo decidí intentar volver a dormir.

Hay días realmente pesados; hay noches peores.

lunes, 1 de julio de 2013

En Alguna Calle de Tucuman


No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo.
(Oliverio Girondo en alguna calle de Tucuman)

sábado, 18 de mayo de 2013

Tardes de Quimera.

Mis largas y soleadas tardes
ansiosas y quejumbrosas
tan colmadas de soledad
desiertas y sin alma
esperando algo que no sucederá,
Se sientan en el patio
ven un hombre pasar
todo en la mente juega
el tipo ha de saludar,
pregunta la hora
y si gustan un paseo dar
de la mano corretean por el parque
un helado degustan al coquetear
hablan de un pueblo imaginario
y saludan a quienes no están,
cae la noche y la brisa hiela
pestañeando las tardes despiertan
desorientadas miran a su alrededor
nunca un hombre existió
se desploman a llorar
son una figura incierta
un par de horas colgadas
una vuelta al mar,
Mis largas y soleadas tardes
hoy han vuelto a respirar
soñaron un rato
y ahora no paran de llorar
quiero acompañarlas
pero indignadas ellas se van,
he perdido a mis amigas
ya para mí no hay lugar.



- Julieth Caicedo.
https://www.facebook.com/JuLica90